7 de junio: las manos sucias

Mariana Sidoti
3 min readJun 7, 2021

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Las verdaderas periodistas tenemos las manos sucias. No es una sentencia irrevocable -no se asusten- ni una verdad absoluta: apenas una afirmacón incómoda. Podría hacer referencia al arte, aunque lo nuestro -dicen- no es arte sino profesión, oficio, ciencia social. Pero arte… eso jamás. Voy a darme el privilegio de decir que se equivocan: lo nuestro es un poco de todo pero al fin y al cabo no deja de ser arte. El arte que viene antes de llegar a casa y lavarte las manos de tierra, o el arte de escribir con las manos sucias, o el arte de llegar transpirada a la redacción y sentir que el día fue como debía ser: ajetreado. Después, casi al final de la cadena o en el medio, ya no lo sé, está eso que producimos con nuestra fuerza de trabajo: a veces (muy pocas veces, sí) eso también puede ser arte.

Mal que nos pese, las verdaderas periodistas tenemos las manos sucias. Y siempre hay alguien que desprecia la mugre. Volvimos de cubrir una marcha multitudinaria: las manos sucias. Volvimos de entrevistar a un funcionario: las manos sucias. Escribimos por la liberación: las manos sucias. Escribimos defendiendo al Estado: las manos sucias. Y la mugre no le gusta a nadie. Mucho menos a nosotras. Todas buscamos estar limpias, bien limpitas, porque la ética y la moral (¿periodística?) lo demandan.

Sabemos que es inútil, pero a veces por inercia seguimos intentando. Queremos darle al pueblo la objetividad que está pidiendo. Deme datos, señora periodista, deme algo en qué creer. Deme, se lo pido por Dios, la verdad resuelta. Nos cansamos de que nos mientan y nos cansamos del juicio previo y posterior y nos cansamos de sentir que ustedes tiran, de un lado a otro, hasta partirnos en dos. Llegamos a nuestras casas y nos puede el cansancio. Así que por favor, véndannos una verdad. Limpia y arreglada, con moño y cajita de cartón. Queremos una fast truth.

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Una periodista cuestiona los privilegios de ser hombre en un mundo creado y consumido por los hombres. Las amenazas llueven. Ella sigue, firme en sus convicciones, hasta el final. Cuando se va a dormir, sus manos están sucias. Intentó –como intentamos todas- refregárselas bien en el baño. Pero aún así lo siente: pequeñas partículas de suciedad quedaron ahí, entre su piel, tapando algunos poros. Difícilmente vayan a salir.

Una periodista defiende, contra viento y marea, los intereses del pueblo trabajador. Lo hace desde su silla comprada en Walmart y su puesto de reportera en el canal de noticias más visto del país. Hace, cómo no, ruido. Y cuando la mandan a cubrir la cumbre de la AEA, habla lo que le dicen por cucaracha: de elecciones y conversiones, de retenciones, de algunas –y no tantas- internas. Cuando se va a dormir, sus manos están sucias. Al llegar a la redacción se puso a escribir en un blog anónimo todas las cosas que debió haber comunicado, pero que no comunicó. Casi aprieta publicar, pero decidió guardárselo. Y ahora la mugre la inunda. Recuerda la frase que un jefe le dijo alguna vez: “La libertad es eso que está entre reja y reja”. Cuando por fin se acuesta, el llanto está ahí nomás. Golpeándole la garganta.

Una periodista está cómoda. Lo que siente y lo que le mandan coincide. Vaya suerte la suya. Hace lo que hacemos más o menos todas las periodistas del mundo: escribe, graba, pregunta, habla, analiza. Hace las cosas como debería hacerlas; deja a la audiencia contenta y deja contenta a su patronal. Está tranquila. Cuando se va a dormir, su cuerpo entero está limpio. Pero hay algo que falta.

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Written by Mariana Sidoti

periodista en crisis. no importa cuándo leas esto.

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