Lo hicimos mal
Lo hicimos mal.
Salimos a criticar un proceso judicial sin saber la opinión de la víctima, que es lo más importante en casos de violencia machista. Salimos a criticar un término jurídico vetusto y rancio que sí, debería ser eliminado, pero lo vinculamos erróneamente con un cambio de carátula al que la víctima había accedido. Esa vinculación equivocada, apresurada, hizo que floreciera el punitivismo que todxs llevamos dentro. Punitivismo que siempre está presto a salir en el prime time de los grandes medios de comunicación, en el discurso de políticos de todos los partidos -sobre todo de quienes quieren evadir el infierno propio, como Mariano Arcioni- y también en magistrados. Y acá me atajo, porque a mí también me hubiese gustado que estos tipos vayan en cana. No voy a mentir. Me indigna profundamente que un pibe de la villa que robó a mano armada un negocio tenga que comerse seis años y medio adentro y un pibe de clase alta que violó zafe de esta como zafó de todas las demás en su vida.
Pero la víctima acordó un juicio abreviado porque la justicia penal es imperfecta, y porque no es la solución a todos los problemas de la sociedad. Acordó eso porque los elementos para probar un acceso carnal no eran suficientes (pasaron seis años hasta que se abrió una causa penal, la víctima estaba semiinconsciente, era “la palabra de uno contra la palabra del otro” según la defensa) en caso de llegar a un debate oral. No solo es lo que opina el fiscal, también es lo que creen lxs abogadxs cercanxs a la víctima, como ella misma se encargó de aclarar después de que las redes explotaran por el término aberrante de #desahogosexual.
Es evidente que al fiscal de juicio le será imposible probar una acusación por abuso sexual con acceso carnal y que los acusados, obviamente, jamás admitirán más que tocamientos. Así las cosas la víctima eligió, como dijo, “sanar”. Y sanar para ella fue hacer un acuerdo con la defensa para que los imputados reconozcan la autoría de un abuso sexual simple, aunque la figura no alcance para un encarcelamiento propiamente dicho. Prefirió eso antes que sentarse en un tribunal a verle la cara a tres de los tipos que abusaron de ella, y posiblemente presenciar su absolución. ¿Quiénes somos nosotrxs para decirle que lo correcto es otra cosa? ¿Tenemos derecho a juzgarla en su elección? NO, NO Y NO.
Nos puede matar la bronca por dentro, nos puede dar mucho asco que seis posibles violadores queden en libertad, nos puede molestar que haya plata de por medio pero esa es la herramienta que ella eligió para poder sanar. Si Argentina en su totalidad tuviese perspectiva de género, las cosas hubiesen sido muy distintas. Seguramente la chica hubiese podido encontrar la atención y la derivación que necesitaba en el momento justo; seguramente también hubiese podido denunciar antes, y así la justicia penal tendría más elementos de prueba, forenses sobre todo, para fundar una acusación más grave; seguramente su círculo social no la hubiese dejado de lado como lo hizo, obligándola a llegar a un intento de suicidio y a mudarse a otra provincia por el vacío, el desprecio y la indiferencia con que se mira a las víctimas de abuso sexual.
Pero ahora ya está. Es esta la situación, son estas las cartas que están sobre la mesa: una casi segura absolución o una pena de tres años en suspenso. Ella siguió el proceso de cerca y eligió la pena en suspenso. Ahora el juez, ofuscadísimo y temeroso de sufrir, él también, la condena social, dice que “no puede aceptar” que por un arreglo económico extrajudicial un delito de A.S. con acceso carnal pase así de desapercibido por la Justicia. Él no ignora que en un futuro la víctima tendrá que volver a Chubut, revictimizándose nuevamente ante la sociedad, los medios, la justicia y sus propios abusadores. No lo ignora pero tampoco le importa, porque lo único que le importa es que no “lo pasen por arriba” y que en su expediente no haya una mancha vinculada a un tema tan sensible como este. A pesar de que sepa que posiblemente en un juicio oral una joven víctima de violación no probada tenga que observar la absolución de sus múltiples agresores. Eso es mucho más grave y doloroso que cualquier tecnicismo machista y provocador.
Lo hicimos mal. Lo hicimos mal nosotras, nosotrxs, porque avivamos la llama de la mano dura a toda costa y lo único que logramos fue que los medios nacionales le pongan pauta a sus notas amarillistas y vendan su odio prefabricado a costa del dolor de una compañera. Logramos que una bestia como Arcioni se de el lujo de pedirle juicio político a un fiscal cuando a él mismo la provincia se le está prendiendo fuego hace meses, desviando una vez más el foco de atención a lo que le conviene. Lo hicimos mal, condenamos el término jurídico asociándolo con el cambio de carátula, le hicimos mal a ella y nos debería doler a todas.
Así como hicieron un Change.org para condenar, con ignorancia, el “cambio de carátula por desahogo sexual” (lo cual nunca sucedió, sino que el cambio fue de “abuso sexual gravemente ultrajante con acceso carnal agravado por la participación de dos o más autores” a “abuso sexual simple agravado por la participación de dos o más autores”) estaría bueno que hagamos un llamado al juez a que ESCUCHE A LA VÍCTIMA, algo, sí, tan básico como eso. Y estaría bueno replantearnos cómo colaboramos, aún sin quererlo, a que se silencie y minimice una vez más la voz de la víctima en un proceso así.
A raíz de la negativa del juez de aceptar el acuerdo, medida que falsamente avistan como un éxito judicial, conversé con un colega chubutense que me contó que una oyente llamó a un programa de radio para preguntar “cuál es el valor económico que le cabe a esta violación en manada”. ¿Es esto lo que queríamos lograr?
* Esta es una suerte de “rectificación” del texto anterior que subí a este medio. No lo borro porque no dejo de creer en los conceptos básicos que ahí plasmé: la falta de credibilidad hacia la víctima por parte de la Justicia, la insistencia de los funcionarios en citar doctrina machista, vetusta y en desuso, las pocas posibilidades con las que contó la víctima en el proceso. Pero creo que hacía falta una mirada más amplia, que la contemplara a ella como sujeta de derecho activa y central en todo este proceso. Esto es un intento.